Los arcontes hacen su aparición en la Biblia, en los textos sagrados. Las palabras más explícitas las encontramos en San Pablo en su Primera Carta a los Corintios «Es verdad que anunciamos una sabiduría entre aquellos que son personas espiritualmente maduras, pero no la sabiduría de este mundo ni la que ostentan los dominadores de este mundo, condenados a la destrucción. » Ya San Pablo, al que nosotros que somos más conocedores de la realidad llamaremos Apolonio de Tiana, reconoce que este mundo material posee unos dominadores. Es decir, San Pablo, Apolonio era un gnóstico. Si seguimos leyendo la Carta a los Corintios podemos leer: «7 Lo que anunciamos es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que él preparó para nuestra gloria antes que existiera el mundo; 8 aquella que ninguno de los dominadores de este mundo alcanzó a conocer, porque si la hubieran conocido no habrían crucificado al Señor de la gloria. 9 Nosotros anunciamos, como dice la Escritura, lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman.”
Una sabiduría misteriosa y secreta… Pero dispuesta para todo el mundo… No, sólo para aquellos elegidos, para los que lo aman. Sólo un gnóstico verdadero podía vislumbrar lo que significa este texto. Es decir, Apolonio enseñaba una sabiduría popular para el común del pueblo y la verdadera sabiduría sólo para aquellos elegidos por él mismo que descubrirían la verdad detrás del telón.
Para un gnóstico este mundo no pertenecía a Dios, no pertenecía al incognoscible como ellos llamaban al mundo del espíritu, al mundo real del que todo pertenecemos. Aquí hemos venido a un combate, estamos en el mundo creado por el Ángel Caído.
Para los gnósticos Yahvé Sebaot es un demonio que se hace pasar por dios. El el jefe de los arcontes que quiere que todos los seres se arrodillen ante él y lo adoren y que pide sacrificios, guerra y sangre. En este punto debemos de hacer notar la gran diferencia que existe entre el dios del antiguo y del Nuevo Testamento. El dios del Antiguo Testamento es un dios terrible que exige sangre, que pide que todos los que no le agradan sean pasado a cuchillo. Este es Yahvé Sebaot, el arconte, el dios de Jesús es un dios diferente, es un dios de amor que no exige sangre sino sacrificios de otro tipo, el mayor sacrificio es un corazón arrepentido y vuelto hacia el bien.
Ni qué decir tiene que para un gnóstico el Yahvé Sebaot del Antiguo Testamento es también el Alá de El Corán. El Alá del Corán sería el mismo demonio arconte jefe que exige que los hombres se arrodillen ante él y lo adoren, además exige sacrificios humanos a modo de sangre y guerra. Todo el que no observe su verdad será obligado a convertirse o exterminado. Además este Arconte Jefe ha creado los bandos antagónicos para que se enfrenten entre sí y proveerse de suficientes sacrificios humanos y sangre en su nombre.
¿Nunca te has preguntado como un dios que dice ser padre bondadoso ha causado tanta guerra y tanto derramamiento de sangre? Los arcontes crearon la religión, la Biblia, La Torá y el Corán para ser adorados y para asegurarse la suficiente sangre para sus sacrificios. Para que la humanidad viviera en eterno conflicto consigo misma y no pudiera despertar. Ni qué decir tiene que en el judaísmo, la religión madre del cristianismo y el islam, se adora al arconte demonio jefe, Yahvé Sebaot, el dios de los judíos, de ahí la tan mala fama que en el mundo gnóstico ha tenido siempre el judaísmo.
Desde este punto de vista los seres humanos somos creación de Yahvé Sebaot, somos espíritus libres encerrados en un cuerpo y en el mundo material de un demiurgo, del Ángel Caído. Él nos ha marcado como sus esclavos para su servicio.
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